No creo que exista una orquesta en nuestra música afrocaribeña, que tenga mayor trascendencia e influencia en otras agrupaciones y artistas que La Sonora Matancera, la cual en sus inicios (12 de enero de 1924) se llamaba Tuna Liberal, luego en 1926 pasó a ser Septeto Soprano y, por último, Sonora Matancera en 1935.
Esta agrupación de músicos cubanos ha marcado a muchas generaciones y lo sigue haciendo, con un formato de sonora, es decir, a base de trompetas, piano, bajo, quinto, timbalín y excelentes vocalistas. Pero no fue así en sus inicios, bajo la dirección de su fundador y creador Valentín Cané, hasta su fallecimiento en 1956, y después con don Rogelio Martínez Díaz.
También ha sido la responsable de acompañar y proyectar a muchos cantantes, quienes, posteriormente, brillaron por sí mismos como es el caso de Celia Cruz, Daniel Santos, Nelson Pinedo, Bobby Capó, Vicentico Valdés y Carmen Delia Dipiní, entre otros.
Por otra parte, esta orquesta fue artífice de un extenso e interesante repertorio de sones, guarachas y boleros que a pesar de los años mantienen suma vigencia, debido a la calidad de sus composiciones y al brillo de su sonido original e inconfundible, producto de los arreglos de Severino Ramos, principalmente hasta 1957, y luego con otros arreglistas.
Casi todas las orquestas de Salsa, y antes del uso de este término para esta música, han basado sus repertorios y algunas alcanzado su éxito, gracias al uso del legado de La Sonora Matancera. Tal es el caso de Eddie Palmieri con Ajiaco Caliente y Sujétate La Lengua; La Dimensión Latina con El Frutero y Arroz con Manteca; Johnny Pacheco con El Bajío y Sopa en Botella; Oscar D’ León con Oye, Mima y Melao de Caña, y así también Larry Harlow, Ray Barretto, Ricardo Ray, La Billos y muchos más.
Es por todo lo antes dicho que La Sonora Matancera es considerada la madre de todas las orquestas.
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